CONCENTRACIÓN Y DISCIPLINA

     Allá  por 1933, David Burpee, un famoso cultivador de flores de Philadelphia, tuvo la idea de que la fea y común Cenicienta de las flores podría ser convertida en algo bello y atractivo. Esta Cenicienta era la caléndula, una solitaria y pequeña criatura abandonada con una lamentable característica: un olor desagradable.

         De modo que David Burpee se puso a desarrollar una caléndula que deleitara las narices en lugar de  atacarlas.  El sabía que había  sólo un modo de hacerlo, y éste consistía en encontrar lo que los botánicos llaman una mutación, una flor individual que, por accidente, no tuviera el olor desagradable. Mandó buscar en todo el mundo semillas de caléndulas y realizó 640 preparados. Los plantó, y cuando crecieron y florecieron metió las narices en cada uno para aspirar.

Todos tenían aquel mal olor. Bastante desalentador, pero siguió buscando hasta que por fin un misionero en el lejano Tibet le envió unas semillas de caléndula sin olor, pero con una desgarbada flor.

         David Burpee la cruzó con una de sus muchas variedades y plantó quince hectáreas. Cuando crecieron y se pusieron fuertes llamó a su capataz y le dio una orden que el hombre pensara que David Burpee se había vuelto loco. Le dijo que se pusiera en cuatro patas y oliera cada planta en las quince hectáreas. Con que sólo se encontrara una planta sin olor con grandes flores, sería suficiente. "Me va a llevar quince años oler todas esas flores" protestó el capataz. Y así fue como las agencias de  colocaciones del  ramo fueron llamadas para recibir un pedido como el que jamás habían recibido hasta entonces:  el requerimiento de doscientos olfateadores de flores.

         Estos olfateadores de flores llegaron de todas partes y comenzaron a trabajar. Nunca nadie vio algo tan loco, pero Dave Burpee sabía lo que estaba haciendo. Por fin, un día, uno de los olfateadores de flores se acercó al capataz trotando por el campo.  "La encontré", le gritó. El capataz lo siguió hasta el lugar donde el hombre había clavado una estaca. No cabían dudas, no había  ni rastros del más mínimo olor.



Velocidad de Lectura: palabras leídas por minuto

Toma nota de tu Velocidad del Lectura. Por favor, continúa con el test de comprensión.