Había una vez un hornero muy trabajador.  Iba y venía todo el día.

En cada viaje llevaba en su pico una motita de barro.  Por fin, un día gritó alegremente:

-¡He concluido mi nido!

Quiso entrar triunfalmente y se encontró con un tordo.

- Esta es mi casa porque estoy en ella -dijo el tordo.

Mirándolo fijamente, el hornero le contestó:

-Yo podría cerrar la entrada de nido con barro para que mueras adentro.  Pero prefiero trabajar un poco más y hacer otro nido.  Siempre recuerdo una enseñanza de mamá:  

La fatiga pasa; el remordimiento, no.



Velocidad de Lectura: palabras leídas por minuto

Toma nota de tu Velocidad del Lectura. Por favor, continúa con el test de comprensión.